Consternación por los últimos minutos del vuelo 9525

Las sospechas de que el copiloto de Germanwings estrelló la aeronave dan un vuelco a la investigación. El duro relato de los hechos del fiscal de Marsella, Brice Robin, abre un nuevo debate sobre seguridad aérea

Pocos se esperaban un relato tan duro. Las palabras del fiscal de Marsella, Brice Robin, el jueves al mediodía han conmocionado a Europa. Andreas Lubitz, un empleado anónimo hasta ahora de los más de 20.000 que trabajan en el grupo Lufthansa, «inició por su cuenta el descenso de la aeronave con intención de destruir el avión». La sorprendente revelación, que aparca por ahora las tesis del fallo mecánico y del ataque terrorista, abre un nuevo debate sobre la seguridad aérea: el equilibrio emocional de los pilotos.

El sector ha reaccionado. Norwegian Air Shuttle y easyJet han sido las primeras compañías en tomar medidas. Sus nuevas normas imponen que nunca se pueda quedar una sola persona dentro de la cabina. La decisión, tomada en caliente, quiere evitar escenas como la relatada por Robin. El copiloto, de sólo 27 años, se encerró en el puente de mando, aprovechando que el comandante había salido al lavabo, y empezó el descenso mortal.

La grabación de la caja negra, según el fiscal, permite saber que el comandante reclamó que le abriera la puerta e intentó derribarla por la fuerza ante la falta de respuesta, así como que las advertencias de los controladores ante el inesperado descenso del avión tampoco fueron atendidas. La misma grabación muestra que sólo algunos pasajeros advirtieron en los minutos finales que el avión avanzaba directo contra los Alpes franceses.

La tragedia ha dejado sin palabras incluso al propio fiscal, que no sabía cómo clasificarla. «Normalmente, cuando te suicidas, te suicidas solo, por eso no pronuncio esa palabra, pero efectivamente te puedes plantear legítimamente la cuestión», indicó a los medios, insistiendo en que «en este momento, nada permite decir que se trate de un atentado terrorista».

Tras conocerse los hechos, las preguntas se centran ahora en Lubitz. ¿Por qué lo hizo? ¿Estaba deprimido? ¿Nadie detectó un comportamiento extraño? Compañeros del supuesto asesino aseguran que estaba muy contento de trabajar en Germanwings. «Era un orgullo», han afirmado algunos a los medios alemanes.

En Lufthansa, no dan crédito. «Ni en nuestras peores pesadillas podíamos imaginar algo así», decía el jueves al mediodía el presidente de Lufthansa, Carsten Spohr. El directivo se remitía a los informes sobre Lubitz, que mostraban a un profesional totalmente normal. «Su actitud era impecable».

Spohr reconoció que en 2009, el copiloto interrumpió su formación por una depresión. Pero regresó y superó todos los test. Así, ha defendido los protocolos de selección de personal de la compañía matriz y de su filial, Germanwings. Spohr está «orgulloso» de este sistema, que incluye evaluaciones técnicas, médicas y psicológicas.

Lufthansa, la mayor aerolínea de Europa, tiene la mejor opinión de sus trabajadores. «Tenemos a los mejores pilotos del mundo. Son un componente importantísimo de nuestra marca», ha asegurado su presidente. Ha destacado que los pilotos y tripulación de la cabina tienen la obligación de acudir a sus superiores si encuentran que un compañero actúa de forma rara.

No obstante, la aerolínea alemana se ha comprometido a mejorar la fase de selección y la formación posterior. En sus explicaciones, ha confirmado que Lufthansa realiza exámenes médicos a su personal una vez al año, pero que no obliga a ninguna prueba psicológica una vez concluida la fase de formación.

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