El aeropuerto más solidario de Norman Foster estará en Ruanda

Será el primer aeródromo para drones del mundo, dedicado a transportar suministros urgentes en labores humanitarias.

El arquitecto que ha realizado la mayor terminal aeroportuaria del mundo, para los Juegos Olímpicos de Pekín en 2008 -equivalente a 17 estadios de fútbol- está trazando ahora el aeropuerto más pequeño del planeta.

Sello español

Con esta obra, Foster rinde su particular homenaje al valenciano Rafael Guastavino (s.XIX), un arquitecto que desarrolló gran parte de su actividad profesional en Estados Unidos, donde difundió un ingenioso sistema de construcción a base de bóvedas.

La maqueta a escala real de la cúpula tabicada, que ha mostrado Foster en Venecia, ha sido además realizada con ayuda del albañil español Carlos Martínez, especialista en yeserías mudéjares y barrocas, junto a técnicos del Instituto Tecnológico de Massachussetts.

Objetivo humanitario

Este aeropuerto de drones es una apuesta muy personal del arquitecto británico que, a través de su Fundación, ya avanzó hace meses su deseo de construir en África, y más concretamente en Ruanda, el primer aeropuerto del mundo destinado a drones de carga (droneports).

Su intención es humanitaria -transportar suministros urgentes e imprescindibles a zonas remotas y difícilmente accesibles- y el objetivo final es que muchas pequeñas ciudades de África, y de otros países en vías de desarrollo, cuenten con su propio ‘droneport’ en 2030.

Con materiales autóctonos

El proyecto que ahora arranca tiene su base a orillas del lago Kivu, en Kibuye. La construcción de sus tres edificios comenzará el año que viene y finalizará en 2020, en el marco de una red destinada a facilitar los envíos a casi la mitad del territorio. El conjunto estará formado por una sucesión de diez bóvedas de 6,50 metros de alto por 10 de ancho y 100 de largo.

La bóveda ahora presentada, como modelo de las que configurarán esas infraestructuras, está construida con materiales que se pueden encontrar en el país, a donde sólo será preciso enviar la maquinaria para la fabricación de los ladrillos. “Es un edificio de barro, el material se obtiene de la tierra y sólo usamos un ocho por ciento de cemento”, ha recordado Foster.  

Este ‘droneport’ será explotado por Red Line, una compañía de drones suiza, fundada para ayudar a comunidades en vías de desarrollo. Los primeros vuelos deberán empezar a finales del año que viene y las operaciones comerciales, tres años más tarde.

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