¿Quién teme a Uber en Estados Unidos?

Aunque los taxistas españoles están en pie de guerra contra la compañía, el servicio llega con fuerza a más ciudades del otro lado del charco 

Uber tiene un gran enemigo en España: los taxistas. Sin embargo, la compañía convive con este colectivo en otros destinos del mundo, sobre todo en su país natal: Estados Unidos. Pero eso no significa que no haya librado múltiples batallas también al otro lado del charco.

Desde que se creara en 2009 en San Francisco, su presencia en la costa oeste ha crecido sin cesar. A nivel global está presente en más de 60 países. Y hace unos meses llegaba a Portland, la ciudad de las rosas, donde ya había intentado aterrizar sin éxito.

En apenas dos semanas ya contaba con 500 conductores y eso que los comienzos no fueron fáciles. Ahora, es un servicio que no sólo usa cada vez más gente, sino que cuenta con todo tipo de conductores, desde mujeres, a jóvenes e incluso personas bastante mayores.

Un programa piloto

El servicio en esta ciudad de más de 600.000 habitantes funciona muy bien a pesar de estar, legalmente, poco tiempo en marcha.

El coste, como en otros países, es algo inferior al de un taxi convencional y permite que, en lugar de buscar el usuario el vehículo, sea éste el que acuda en apenas unos minutos a su búsqueda. Por ejemplo, ir desde las afueras de la ciudad al centro puede oscilar entre los 10 o 12 dólares, dependiendo del trayecto y del tiempo de duración. La amabilidad de los ciudadanos de Portland también se percibe en los conductores de Uber, que llevan un distintivo en el coche para identificarse como tales.

Uber aterrizaba en Portland sin regulación a finales de 2014, pero el gobierno municipal se lanzó contra los conductores de la empresa y presentó una demanda. Entonces, Uber decidió dejar de operar hasta que a finales de abril se le permitió a la compañía –y a otros competidores, como Lyft– operar de nuevo en la ciudad con una regulación temporal y un programa piloto por un periodo de 120 días, es decir, unos cuatro meses.

De ese modo, se han fijado unas bases mínimas sobre las tarifas, los límites en el número de vehículos o permisos durante esos 120 días, las inspecciones que deben pasar los vehículos, etc. Además, todos los conductores deben solicitar permisos laborales antes de recoger y de dejar a los pasajeros.

Convivencia

Y, con todo ello, servicios como Uber se ha convertido en una nueva vía para ganar dinero en EEUU en ciudades, como Portland, donde el nivel de vida se ha encarecido en los últimos años. Además, al contrario que en España, consiguen convivir con otros similares sin protagonizar duros enfrentamientos como los vividos en ciudades como Madrid y Barcelona con los taxistas en pie de guerra en plena calle.

Otras batallas que librar

No obstante, Uber tiene que solucionar todavía determinados problemas que tienen que ver con la seguridad. Así, este agosto, un grupo de fiscales de California acusaban a la compañía de no controlar lo suficiente el proceso de selección de sus conductores ya que habían detectado a 25 personas con antecedentes criminales graves conduciendo para Uber en el estado.

La empresa se defendía asegurando que aunque está de acuerdo con los abogados del distrito en que la seguridad es una prioridad, no comparte con ellos que el proceso usado por las compañías de taxis sea un sistema mejor para revisar los antecedentes de los conductores que el que este servicio utiliza.

¿Qué ocurrirá en España?

Pero, sea como fuere, Uber no puede permitirse –con todos los ojos que hay puestos en este servicio ahora– casos como éstos. La aplicación todavía tiene que batallar no sólo con los competidores y los diferentes gobiernos, sino también con sus propios conductores.

Sólo de ese modo podrá seguir conquistando más territorios del mapamundi. ¿Estará pronto España entre sus conquistas? De momento, el poder que tienen los taxistas en España ha resultado un muro demasiado fuerte para derribarlo. Aunque, las dificultades en algunos mercados, no ha impedido a Uber instalarse, sino afianzarse, en otros. 

a.
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