Fi(N)tur: los empresarios que exponen dan por agotado el modelo

De los diez pabellones que ocupa la feria del turismo, nueve están ocupados por administraciones públicas españolas o bien por gobiernos de otros países; cada visitante generará una media de 900 euros frente a los 3.700 de Berlín y Londres.

Esta crónica va de sensaciones. Las que se acumulan durante un día entero en Fitur –teóricamente, el de mayor actividad periodística y profesional— a través de la vista, el oído y el gusto. El tacto, esta vez, es menos necesario. La mente, más tarde, pone esas mismas impresiones en relación con las que surgieron en otros encuentros de postín turístico, como las alharacas de Berlín o Londres. Es de consenso que las sensaciones son subjetivas. Por tanto, demos prioridad a las cifras que este año Ifema atribuye a Fitur.

Según la feria madrileña, hay más empresas –8.937—, más países –165— y más profesionales –25.000—. Se proyecta, eso sí, un 5% menos de visitantes (cliente final) que el año pasado, cuando la cifra bajó respecto al anterior. El propio presidente de Ifema, Luis Eduardo Cortés, reconoce públicamente varios ejercicios “duros y difíciles” pero que ahora ha llegado “un año de luces”, enfatiza. Lo que admite sotto voce lo apuntaremos más adelante.

Para Madrid, Fitur supondrá un volumen de negocio agregado cercano a 180 millones de euros. Por contextualizar la cifra, cabe apuntar que el último Mobile World Congress –la mayor feria del mundo en su ramo, reconocida como la más rentable del mundo en 2013— regó Barcelona con 300 millones. Tuvo 72.000 visitantes de 200 países y se acreditaron 3.400 medios, incluidas las todopoderosas CNBC o CNN, que amasaban intangibles para la Ciudad Condal con cada conexión vía satélite.
 

 
De los diez pabellones, sólo la mitad del décimo está ocupada por compañías al uso

 
Si las cifras avanzadas por Ifema se cumplen, cada visitante (200.000, según dicen) generará 900 euros de negocio a expositores y negocios locales. El encuentro tecnológico en Catalunya, 4.166 euros. La misma ratio aplicada al sector de las ferias de turismo señala la decadencia del negocio propuesto por Fitur o la incoherencia de las magnitudes previstas. Cada visitante del World Travel Market (Londres) provocó 3.776 euros. En Berlín, referente indiscutible, la media supera por muy poco la cifra de los británicos.

Hasta aquí los números. Volvamos a las sensaciones. A pie de pabellón se ven aquello que los veteranos del lugar clasifican como “trampas”. Sólo del stand de Argentina penden hasta un centenar de organismos alimentados por el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, como la inclasificable Aerolíneas Argentinas. En Panamá, incluso hay hueco para la polémica autoridad del Canal, maravilla de la ingeniería (a pesar de la mala prensa dada por Sacyr) que se ofrece como destino.

Cierto es que son empresas, pero también que no encajan en la definición europea de organización privada. De los diez pabellones, sólo la mitad del décimo está ocupada por compañías al uso. Andalucía monopoliza uno entero para ella sola. La nomenclatura de la propia Fitur reconoce el reducto al guiar al visitante al pabellón de “empresas” con su señalética.

En él están Iberia, NH Hotels, Meliá, Sercotel, TripAdvisor, Barceló, alguna filial de Globalia, otras empresas medianas del sector e incluso la patronal hotelera de Madrid. Sus emplazamientos tienen un rasgo común y diferenciador respecto a otros años: no están orientados al negocio directo, sólo a la presencia de marca. Entre ellos, unas calles anchísimas. “Cabe una autopista”, bromean.

Compiten los privados con el gigantesco stand del Ministerio de Fomento, donde el Gobierno hace desfilar a los presidentes de Renfe, Adif, Puertos del Estado y Aena casi sin descanso. La propia ministra Ana Pastor (PP) ofreció de pie una rueda de prensa de media hora –como se comprueba en el contador de una cámara de televisión puesto a cero con la primera sílaba y a la que, afortunadamente, quedaban 300 minutos de batería— Otros sellos públicos, como Paradores, también se cuelan en el “pabellón de empresas”.

El optimismo entre los expositores que invierten en Fitur es más bien escaso. Las perspectivas de negocio son limitadas y dan por finiquitada a la feria madrileña como canal de ventas. “Se generan contactos que, probablemente al cabo de un año terminan en contrato”, admite un alto ejecutivo hotelero…

— Entonces, ¿es preciso estar aquí? – pregunto, esperando la confesión.
— Sí – contesta tras unos segundos.
— ¿Hasta cuándo?
— No lo sé. Francamente no lo sé… ¿Te apetece un café y hablamos?
— ¡Claro!

Las dudas asaltan incluso al propio Cortés. En conversación con David Placer, periodista de 02B, el presidente de Ifema da a entender que el modelo se agota. “Fitur está como España, ¿qué podemos hacer?”. El jefe de la feria madrileña contestaba al requerírsele la opinión sobre unas declaraciones de Josep Lluís Bonet. En el madrileño foro de Nueva Economía, el también feriante –preside Fira de Barcelona— reconoció que “el sector está agotado” y que hay que buscar nuevas fórmulas para retener el éxito.

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