Madrid: nuevos (y duros) tiempos para la música en vivo

La capital española, referencia europea por sus espacios para conciertos, afronta el verano menos musical de su historia

Apenas un puñado de salas de Madrid han reabierto en las últimas semanas, en un panorama donde las medidas de distancia colisionan contra el negocio y en donde se revela la desprotección de los artistas y los espacios musicales.

Una síntesis es la que ofrecen Animales en letra de su primer sencillo Tarde y mal: “Tal vez, me he dado cuenta tarde y mal. Nunca te he dedicado el tiempo que te debía dedicar”.

La melancolía de la canción se articula a lo largo de un videoclip-homenaje a las salas de conciertos de Madrid (y que invoca el movimiento ciudadano en redes #YoVivoLaMúsicaEnVivo).

La banda madrileña, que ha compartido escenario con Rozalén, Marwan o Colectivo Panamera, hizo coincidir el lanzamiento del single con la reapertura de las salas de música en vivo madrileñas.

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La pieza, grabada desde el hogar de los miembros de la banda y dirigida por Carmen Morago, “es un mensaje de ánimo para las salas de conciertos de Madrid”: se trata de una compilación de imágenes de las salas La Fídula, Libertad 8, Búho Real y Calvario en un estado inconcebible hace poco más de tres meses: silenciosas, vacías, apagadas.

La banda asegura que representan el monumental entramado de escenarios de un país que es líder mundial de la música en directo y al aire libre (bendito clima, también). Y Madrid se corona como destino clave en las giras de músicos de una infinidad de procedencias, géneros y registros.

Madrid, más (en) vivo que nunca

“De las 53 salas de conciertos madrileñas, sólo el 10% han abierto sus puertas en las últimas semanas (Gruta 77, Café Central, Moby Dick, WiZink Center, entre otras). En septiembre, abrirán… las que sobrevivan”, dice Javier Olmedo, director gerente de La Noche en Vivo.

Para que una sala sea rentable tiene que tener al menos el 80% de ocupación. Pero las medidas de seguridad obligan a reducirlo a menos del 75%

Al responsable de la asociación de salas de conciertos y espectáculos de Madrid las cuentas no le salen: “Los gastos fijos de las salas están cerca de 1,2 millones de euros mensuales, es decir, unos nueve millones de euros en seis meses. Ahora el aforo está al 75%, de acuerdo. Pero si queremos mantener la distancia de seguridad, en muchos casos nos vemos obligados a reducirlo. Para que una sala sea rentable tendría que estar al 80%. El programa anual de Madrid ronda las 13.000 citas (más de 1.000 mensuales) y llevamos casi cuatro meses con todo cancelado. Y lo que queda”.

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Actuación de Waxahatchee19 en el Sound Isidro 

Música con distancias

“Uno de los conciertos más importantes de nuestra vida”. Así resumía Loquillo el primer encuentro con su público después de meses de encierro. El 3 de julio congregó a un público armado con mascarillas, rociado hasta las cejas con gel hidroalcohólico y eufórico ante el primer directo de la nueva era en la estratosférica WiZink Center.

Su directo Salud y Rock and Roll rompió, por fin, un mutismo de casi cuatro meses en esta sala, que reabrió sus grandes accesos de entrada con una puesta en escena solidaria, sobria y responsable con la nueva normativa para los espacios de música en directo: el aforo no superó las 1.700 almas, todo un récord en estos tiempos de pandemia.

Manuel Saucedo, consejero delegado de la empresa gestora del WiZink Center reconoce, no obstante, que el panorama normativo se ha convertido en el talón de Aquiles de la nueva realidad: “Hemos invertido esfuerzos y medios para aplicar de la mejor manera posible todos los protocolos”.

En la trayectoria de las nuevas fórmulas, una parte del público siguió en streaming, desde Europa y América el debut postpandémico del rockero español.

Saucedo se muestra optimista: “Hemos reforzado las condiciones tecnológicas de última generación en la sala en colaboración con Telefónica. A partir de ahora, el formato será un híbrido entre lo presencial y lo digital”.

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Y para los que aún se mantienen en el bando de los escépticos, ahí va un dato: “Este 2020 se presentaba histórico. En marzo, éramos el primer recinto del mundo en actividad, por delante del neoyorquino Madison Square Garden. En los últimos seis años, la programación musical WiZink Center asciende al 60%. Sin duda, Madrid es ejemplo internacional de la música en vivo”, reconoce Manuel Saucedo.

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¿Los conciertos multitudinarios quedarán en el recuerdo? Foto: Oscar Lafox

Cautela ante el futuro

Alan Queipo, relaciones públicas, gerente y fundador del sello Raso Estudio, por el contrario, cierta cautela ante el panorama musical de la ciudad.

“Es cierto que en la última década se nota más presencia de grandes artistas por Madrid, y tras varios años de sequía, se puede decir que se han afianzado festivales importantes a nivel estatal, como el Tomavistas, Sound Isidro, DCode o Río Babel, y Mad Cool como uno de los más potentes a nivel internacional. Sin embargo, no creo que Madrid esté ni siquiera entre las diez ciudades más importantes del mundo en programación”, dice.

El silencio tras la tormenta

Pesimismo. Esperanza. Debacle. Pesadilla. Ilusión. Devastación. Reinvención. Como en el resto de las industrias creativas, no hay teorías, ni acuerdos, ni tampoco previsiones que devuelvan las horas de sueño y los ahorros perdidos.

La atmósfera que vive la familia de la música en Madrid se parece bastante al instante previo a un concierto: un escenario en penumbra, los primeros acordes llegan de algún altavoz incierto, el público contiene el aliento, el artista toma aire y se precipita sobre el escenario. Sin mirar atrás.  

“No es rentable mantener las condiciones al 100% si sólo podemos explotar el 50%. Si les dijésemos a las ferreterías, las farmacias o los supermercados que tienen que pagar lo mismo mensualmente y sólo pueden vender la mitad de sus productos, ¿sería viable?”, insiste Queipo.

La atmósfera que vive la familia de la música en Madrid se parece bastante al instante previo a un concierto: un escenario en penumbra y el público que contiene el aliento

“Lo que ha dejado la crisis ha sido, por un lado, la capacidad de reinventarnos por enésima vez y, por el otro, dejar en evidencia la desprotección de todos los trabajadores que basculan en torno a este sector. La industria de la música juega un curioso papel que me recuerda al de la técnica gastronómica del ‘trampantojo’: parecer algo que no es. Se resaltan los triunfos, las grandes cifras, los momentos buenos y se oculta bajo la alfombra una precariedad extrema”, concluye el fundador de Raso Estudio.

¿Usamos mascarilla o nos quedamos en casa?

En una desalentadora sintonía con el resto de capitales europeas, Madrid se encuentra a las puertas del verano más silencioso de su historia. Si las subvenciones y ayudas públicas se retrasan (en el mejor de los casos) o se suprimen, el futuro de una gran mayoría de locales se difumina hoy en el horizonte de la incertidumbre.

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Público, músicos y promotores tienen que organizarse bajo la nueva normalidad

“El ambiente es de desconfianza, de miedo y con muchas expectativas en el 2021. Parece que algunos han dejado la música en directo al margen y apuestan por el lanzamiento de discos. En mi opinión, pasar un año entero sin tocar en directo no es sano”, apunta Carolina Pasero Alonso, programadora artística de Moby Dick, la primera sala de España en abrir puertas tras el confinamiento.

“Las instituciones deberían mimar el trabajo de las salas pequeñas, que son clave para la promoción de artistas emergentes”, dice el mánager musical Luis Tejeda

“Estamos a la espera de fondos, porque la vida de muchas salas depende directamente de ellas. Se trata de que estemos todos juntos en esto, que pasemos el temporal apoyándonos”, agrega.

La reapertura de esta sala fue el 28 de mayo, con el directo de Índigo Drone, y el 29 de mayo, con Los Punsetes en una actuación híbrida: “Fue una apuesta de la sala y un acto reivindicativo para dar visibilidad a las salas. Pensamos que, si tardábamos mucho en abrir puertas tal vez sería irreversible. Fue un paso adelante a un nuevo modelo de negocio: consumo de los directos en directo y en streaming, lo cual da envergadura internacional tanto al espacio como a los grupos”, señala.

El dilema del aforo

La responsable musical de esta sala añade “de pronto estás tocando en Madrid ante un público local y… japonés, como sucedió durante el directo de Los Punsetes. Vamos a instalar este sistema a partir de otoño para que ambos formatos puedan convivir”. Sin embargo, en la espinosa cuestión del aforo, Pasero se muestra menos optimista: “Empezamos con un permiso de 30 personas sin consumo en barra, luego fueron 50 personas y, una semana después, pudimos dar cabida a 80 personas consumiendo. Ahora podemos llegar al 60% (180 personas), pero debemos quedarnos con un aforo máximo de 150, si queremos garantizar la distancia de seguridad”.

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La programadora de la sala se mantiene firme en su proclama: “La música en vivo forma parte de la identidad de Madrid. Moby Dick no tiene ninguna intención de cerrar, tenemos una programación de conciertos semanal. Las salas pequeñas somos el trampolín de todas las grandes bandas y, dada la situación, resulta más sencillo controlar el aforo en entornos reducidos”.

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La situación lleva a proponer nuevos formatos. Foto: Gira en kasas.

Sin red de apoyo

Para Luis Tejeda, creativo, mánager musical y melómano, la recién estrenada normativa afecta, como suele suceder, de manera desigual: “El impacto económico de la música en directo supera los 5.000 millones de euros al año (0,5% del PIB). España es número uno en festivales de música y Madrid ha sufrido, como el resto de las ciudades, el drama de las cancelaciones. Los grandes eventos han podido trasladar a 2021 sus programas, conservando entradas y abonos vendidos. Eso da un respiro, pero el resto de la actividad sigue parada”.

Tejeda considera que “las instituciones deberían mimar el trabajo de las salas pequeñas, que son clave para la promoción de artistas emergentes. Hoy muchas sobreviven sólo gracias a la financiación privada”.

No perder la plaza

Juanma Cantos, coordinador de la plataforma Girando por Salas, dedicada a “la promoción de las músicas actuales y de artistas emergentes”, corrobora la idea de Tejeda: “en los últimos años, España se ha consolidado como líder mundial en música en directo, tantos en festivales, como en salas de conciertos. Madrid es una de las ciudades del mundo en número y en calidad de salas privadas”.

Cantos asegura que el ayuntamiento destina ayudas mínimas a las salas, declaradas bien de interés cultural. No es suficiente: “Hay apoyo, pero necesitamos más esfuerzo económico. Cada euro cuenta. La música es esencial para cualquier sociedad sofisticada”.

Cuidar a los artistas

Madrid, como eje estatal, acumula una infinidad de sellos discográficos, agencias de representación y de contratación, bookers… empresas de gran envergadura europea dentro de la industria musical.

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El responsable de Girando por Salas hace hincapié en la importancia de ese entramado cultural: “En Madrid, tenemos unos equipamientos de altísima calidad y, si hablamos de buques insignia públicos como Conde Duque o Matadero, no nos quedamos a la zaga. Nuestro trabajo consiste en velar por las carreras profesionales de artistas emergentes y que se desarrollen en las mejores condiciones de trabajo”.

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El sector quiere recuperar la alegría. Foto: Sound Isidro

Qué pasa con los festivales

En el capítulo de los festivales, la ciudad del Retiro ha consolidado citas anuales ineludibles: “Los festivales cuentan con partidas presupuestarias más solventes que las de cualquier sala. Hay que tener en cuenta que para que las bandas lleguen a los escenarios de los grandes festivales previamente se consolidan en las giras de este país. Girando por Salas ha seguido desde el principio el trabajo de bandas que hoy son cabezas de carteles como Viva Suecia, León Benavente, Izal o Morgan”.

¿Acaso existe una ciudad ejemplar en ese sentido? “El referente mundial es la ciudad estadounidense de Austin, que cuenta con un montón de ayudas y con el apoyo de la universidad de Texas. Es la capital mundial de la música en directo, con más de 120 salas de conciertos”, remata Cantos.

La nueva alta fidelidad

La séptima edición de Sound Isidro se iba a proclamar, una vez más, como la convocatoria musical más audaz del año, tanto por su comisariado artístico, como por espléndida selección de espacios madrileños. Sound Isidro 2020 había cerrado 44 conciertos con más de 20 bandas internacionales.

“A pesar de la gravedad de la situación, hemos reubicado 26 conciertos de esta edición en octubre y noviembre (y renunciado a los artistas internacionales) sin la certeza de que podamos realizarlos. A fecha de hoy, hemos devuelto cerca de 50% de las entradas vendidas el 14 de marzo y reducido un 87% el ritmo de venta”, reconoce Javier Domínguez, director de Sound Isidro y promotor de conciertos en su agencia La Estanquera.

Un duro castigo

Al margen de la colección de pronósticos que recorre el backstage del sector cultural, hay consenso en un aspecto: el gremio de la música en vivo ha sido tal vez el más castigado del sector.

“Hay apoyo, pero necesitamos más esfuerzo económico”, afirma el responsable de la plataforma Girando por Salas

Para colmo, aún es pronto para averiguar cuál será el verdadero alcance de la tragedia. “Es un antes y un después sin precedentes y tenemos que tener la versatilidad y la imaginación de poder adaptarnos al nuevo escenario”, se pronuncia Domínguez.

Adaptarse a los formatos

Para Jordi A. Puigventós, cofundador de Piovra, la promotora cultural responsable de quimeras locales como Future Shorts, Red en Cortos o Madrid Fashion Film Festival, “la música es un patrimonio esencial que no va a desaparecer nunca”.

Los promotes se preguntan: ¿cómo mantener el negocio si se tiene que reducir el aforo bajo la rentabilidad?

Los promotes se preguntan: ¿cómo mantener el negocio si se tiene que reducir el aforo bajo la rentabilidad?

Con respecto a la nueva normalidad, Puigventós se moja: “A partir de ahora, por muy románticos que seamos, vamos a tener que asumir los dos formatos: presencial y en streaming. Estamos descubriendo fórmulas de contacto directo con el artista (experiencias privadas, chats, directos) impensables hasta hace menos de tres meses. El Moby Dick, por ejemplo, ha hecho una gran inversión en equipo audiovisual. Todo esto ha provocado un cambio insólito, y asombrosamente rápido, en la forma de consumir cultura. Siento que muchísima gente se ha volcado en ayudar al sector musical. Eso da que pensar”.

Las nuevas apuestas

Hay en el aire otro asunto complejo y de difícil solución en esta nueva normalidad: el riesgo de apostar por grupos emergentes.

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“Históricamente Siroco, Sala Sol, Moby Dick o Maravillas han sido ejemplares en la programación. Mi reflexión es que la programación va a ser cada vez menos valiente, ya que cada sala se juega mucho en poco aforo. Antes ibas a la Maravillas sabiendo que ibas a ver a un grupo prometedor por 500 pesetas, ahora los algoritmos de Spotify son un factor clave para los programadores”, afirma Puigventós.

Lo que la pandemia se llevó

Desde el 12 de marzo hasta el 31 de mayo, la emblemática Sala Sol canceló 42 conciertos de mas de 70 bandas nacionales e internacionales, con venta anticipada de meses. Eso sin contar las 43 sesiones de djs perdidas tras el estado de alarma.

Mar Rojo, responsable de la programación de uno de los locales donde se gestó la movida madrileña, hace un ejercicio de solidaridad: “calcular y comentar los ingresos perdidos en barra no da la magnitud de todo lo que se pierde con las cancelaciones y con el cierre de tres meses. Piensa que en cada evento hay muchos colectivos afectados (promotores, técnicos, artistas, diseñadores), y no sólo económicamente”.

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Las actuaciones hogareñas capitalizaron estos últimos meses. Foto: Gira en Kasas

En todo caso, la programadora corrobora la idea de colaboración y solidaridad con otro de los colectivos musicales más perjudicados: el de los djs, encargados de sostener con sus sesiones las madrugadas madrileñas: “afrontamos la nueva normalidad con la esperanza de volver a disfrutar de la música en directo como lo hacíamos antes, al menos a partir de septiembre”.

“En cada evento hay muchos colectivos afectados, como promotores, técnicos, artistas y diseñadores”, dice Mar Rojo, de Sala Sol

 “El aspecto que más nos preocupa es el clubbing. Algunas iniciativas creativas funcionarán para los conciertos (alguna se quedará, como las sesiones en streaming de calidad), pero las restricciones a las pistas de baile van a ser devastadoras”, pronostica Rojo.  

Música desde los jardines

Y para los fans de profecías: en los últimos tres años, los organizadores de Gira en Kasas se adelantaron a esta nueva modernidad. Este ciclo de conciertos cuyo nombre declara sus domésticas intenciones se celebra cada edición en casas privadas, donde los artistas pueden interactuar directamente con un reducido público.

Este año, varía el formato: las casas serán jardines de Madrid, Barcelona, A Coruña, Sevilla y Santander. Entre julio y septiembre Guitarricadelafuente, Birds, Emilia y Pablo, Izaro y Fetén Fetén se dejarán caer en alguno de esos (afortunados) patios ajardinados y azoteas madrileñas.

Doble impacto

Jaime Pitillas, uno de sus organizadores y responsable de la agencia Madame Vodevil declara a Cerodosbé que, como en todo, hay siempre dos lecturas: “el mayor impacto viene dado por el duro recorte en patrocinios. En nuestro caso hemos bajado de 17 a 10 conciertos y de nueve a cinco ciudades con respecto al año pasado. Y hemos reducido el aforo al 30% para poder mantener la proximidad entre público y artista, a pesar de la distancia social, además de la contratación de personal de control de las medidas de prevención”.

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La cara más amable del huracán Covid-19 se cristaliza, como ha venido sucediendo en otros sectores, con la generosa acogida del público: “Hay una necesidad de conectar de alguna manera con la vida de antes. Por el formato del ciclo, nuestra experiencia va a ser muy similar a la edición anterior”.

Al margen de los números

Si los análisis se limitan a señalar el factor económico como eje del impacto de la pandemia se estaría a la sombra de la catástrofe que ha significado para el gremio: “las pérdidas económicas aun están por ver, así como los datos de salas que habrán de cerrar y compañeros de profesión que han perdido su sustento. Se habla de más de 300.000 familias que dependen de la música en vivo”, dice Mar Rojo.

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Actuación de The Sea and the Cake en el Sound Isidro

“La única manera de afrontar esta situación es mantenernos unidos como sector para idear nuevas fórmulas, reducir los daños y demostrar, una vez más, que la nuestra es una industria creativa”, apunta.

Por su parte, Javier Domínguez, de Sound Isidro, insiste: “hemos perdido poder adquisitivo sí, pero además experiencias, grandes directos y puestos de trabajo. Por otro lado, hemos ganado tiempo para pensar, para recapacitar, para poder vislumbrar otro tipo de futuro. En definitiva, hemos ganado tiempo para imaginar”.

Pitillas asegura que “se ha perdido más de lo que se ha ganado, como la reducción de la libertad en los directos y la oferta artística internacional. Es un varapalo económico y experiencial sin precedentes y, sin embargo, es bonito ver cómo la música, como vehículo emocional, forma parte de la vida”.

En tanto Carolina Pasero hace una llamada a la cooperación: “Hay que ser más valientes que nunca para mantener entre todos las salas vivas, abiertas y sonando”.

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