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Siete bandas sonoras para recordar la poesía musical de Morricone

El artista romano fue un autor todoterreno, capaz de poner música a una gran variedad de géneros: desde el western y el drama hasta el terror

A Ennio Morricone le gustaba que los periodistas que acudían a entrevistarle se dirigieran a él como “el Maestro”. Se podía permitir el capricho. Con más de 500 bandas sonoras a sus espaldas, pocos le podrán discutir su condición de leyenda de la música del siglo XX. El artista italiano, del que hoy hemos tenido noticia de su fallecimiento, nos deja un legado inabarcable. No sólo por la cantidad, sino por la calidad y variedad.

Aquí nos proponemos capturar parte de la esencia del genio, seleccionando varias composiciones que permiten realizar un recorrido las distintas facetas de este autor que llegó al mundo del cine prácticamente por azar (quería ser médico) y que acabó firmando algunas de las melodías más populares de la historia.

Se telefonando

Morricone es sinónimo de cine, pero el compositor romano no limitó su campo de acción a ese medio. En los inicios de su carrera, puso su talento al servicio de la televisión y la radio y dejó su huella en numerosos hits de música pop.

Morricone detestaba verse reducido a la etiqueta de compositor de spaghetti westerns, pero sus aportaciones al género fueron decisivas

Fue, por ejemplo, el arreglista de Sapore di sale, el inmortal himno de Gino Paoli, colaboró con Paul Anka y Chet Baket y compuso Se telefonando una de las canciones más recordadas de Mina –y, por extensión, de la música italiana de los años 60–.

En este tema publicado como sencillo en 1966, el músico combinó metales y violines con una batería atronadora y un coro femenino que conduce al éxtasis. ¿Resultado? Una joya pop.

Por un puñado de dólares

En 1964, Morricone inicia su colaboración con el director Sergio Leone, con quien había compartido clase en la escuela primaria.

Su primer proyecto fue Por un puñado de dólares, primera entrega de la denominada Trilogía del dólar y una película que definiría las características más reconocibles del spaghetti western.

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Morricone, que trabajó con el seudónimo de Dan Savio, compuso parte de la banda sonora antes de que comenzara el rodaje. De esa forma, Leone logró sincronizar perfectamente imágenes y música.

Años después, Morricone renegaría de esta primera colaboración (“los peores temas que he escrito”, diría), pero la capacidad de evocación de composiciones como el tema principal de la película, inspirado en la melodía de Pastures of Plenty de Woody Guthrie, ponen en duda las valoraciones del Maestro.

El bueno, el feo y el malo

Morricone detestaba verse reducido a la etiqueta de compositor de spaghetti westerns, pero sus aportaciones al género fueron tan decisivas que es inevitable subrayar una y otra vez esa faceta.

Entre sus mejores bandas sonoras figura la de El bueno, el feo y el malo, la película que en 1966 cerró la Trilogía del dólar. En ella, encontramos a un Morricone desatado: los silbidos que anticipan el peligro, los latigazos y disparos, las flautas y ocarinas, las guitarras eléctricas, etcétera.

El tema principal es, claro, el más reconocible, pero hay otras joyas, como El éxtasis del oro, la composición que suena cuando Tuco (Eli Wallach) busca en el cementerio el tesoro escondido.

Los fríos ojos del miedo

Las vanguardistas ideas sonoras de Morricone encajaban como un guante al giallo, el subgénero de terror italiano que tuvo su momento de auge en los 70.

El compositor puso música a algunas de las películas más representativas de la época, como la trilogía Animales de Dario Argento, aunque entre sus incursiones más reseñables en el género figura la banda sonora de Los fríos ojos del miedo, de Enzo Castellari, en la que Morricone dio rienda suelta a su faceta más experimental, creando un paisaje sonoro incómodo, aterrador como un buen giallo.

Días en el cielo

Pese a ser un autor tan prolífico, Morricone sólo obtuvo seis nominaciones a los Oscar. La primera llegó en 1979 por la banda sonora de Días del cielo, el magistral drama dirigido por Terrence Malick y protagonizado por Richard Gere, Brooke Adams y Sam Shepard.

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El encargo no fue fácil: Malick constantemente le proponía ideas de difícil materialización, y Morricone, acostumbrado a trabajar a su aire, tenía que convencer al cineasta de que le dejara trazar el camino correcto. Pese a esa difícil relación, el compositor logró firmar una de sus bandas sonoras más apreciadas.

Érase una vez en América

En 1984 Morricone se reencontró con su viejo compinche Sergio Leone en un nuevo proyecto. Esta vez no se trataba de un western, sino de una ambiciosa historia de gánsteres que abarcaba tres etapas cronológicas distintas: Érase una vez en América.

Una vez más, Morricone compuso gran parte de la música antes de que concluyera el rodaje de la película, lo que facilitó la ambientación musical de las distintas escenas. Entre las decisiones más sorprendentes, la de dotar el protagonismo del tema principal a la flauta de pan, tocada por el músico rumano Gheorghe Zamfir.

Las imágenes de ‘La misión’ eran tan sobrecogedoras que Morricone temía que no sería capaz de crear música a su altura

La misión

Cuando en 1985 Roland Joffe contactó con Morricone para que compusiera la banda sonora de La misión, el Maestro dudó: las imágenes de la película eran tan sobrecogedoras, que temía que no sería capaz de crear música a su altura.

Afortunadamente, Morricone aceptó el reto y acabó firmando uno de sus trabajos más memorables. No se llevó el Oscar, pero décadas después, temas como On Earth As In Heaven (que facturó más dinero que la propia película) siguen causando asombro.

Cinema Paradiso

Cuando las salas de cine reabrieron tras el desconfinamiento, la cartelera recuperó Cinema Paradiso, la oda al séptimo arte dirigida en 1988 por Giuseppe Tornatore.

Con mascarilla y aforo reducido, tanto da, seguro que más de uno volvió a sentir cómo se le encogía el corazón al escuchar las notas compuestas por Morricone.

El Maestro, una vez más, ejerciendo como tal, y demostrando que, además de crear música para odiseas gangsteriles y westerns lisérgicos, también era capaz de poner su talento al servicio de obras intimistas y melodramáticas.

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