‘Normal People’: Amor milenial al desnudo

Starzplay estrena el 16 de julio la serie irlandesa que explora la anatómica intimidad de dos jóvenes que viven en un continuo 'Ni contigo, ni sin ti'

El encanto que despliegan Marianne Sheridan (Daisy Edgar-Jones) y Connell Waldron (Paul Mescal) a lo largo de los 12 capítulos de media hora de duración de Normal People es absolutamente irresistible.

No sólo en sus constantes encuentros sexuales, en los que demuestran una compenetración irrepetible, sino también cuando aparecen vestidos, tratando de desnudar sus almas heridas, porque estén juntos o separados sólo se tienen el uno al otro en este mundo cruel. La serie, de hecho, se centra en ellos; el resto de personajes no son más que meros comparsas.

Una adaptación sin espacio para la imaginación

Estrenada mundialmente por Starzplay, Normal People es la adaptación de Gente normal, la segunda novela, finalista al Man Booker, de la joven escritora Sally Rooney (County Mayo, Irlanda, 1991), tras la no menos celebrada Conversaciones entre amigos (2018), ambas publicadas en España por Literatura Random House, y no sólo cuenta con el beneplácito de la autora, sino que esta se ha implicado en la reescritura de los seis primeros episodios.

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Se trata de una adaptación extremadamente fiel, en lo que respecta a la trama y a los diálogos, que se calca cómodamente en el formato seriado, aunque cabe preguntarse, como siempre, si no hubiera sido mejor reinventarla completamente en un simple largometraje.

 


Tráiler de Normal People

De ser así hubiera quedado algo así como la excelente The Souvenir, de Joanna Hogg, que también retrata una complicada relación a lo largo del tiempo. En cualquier caso, el reto consistía, al margen de restituir la química de la pareja, en traducir el estilo de la escritora a un lenguaje visual en sintonía.

Estén juntos o separados Marianne y Connell solo se tienen el uno al otro en este mundo cruel

Terrence Malick es un enamorado de la hora mágica, cosa que trasluce en sus películas, y algo de ese manierismo trascendente puede reconocerse en el naturalismo cool de la serie. Es el mal llamado malickonismo, una manera más tenue y pausada de contemplar la realidad, que ha ejercido una gran influencia, de manera más o menos afortunada, en el cine contemporáneo, y también en series como esta, que ilustra adecuadamente el minimalismo triste y certero de la Rooney.

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Marianne y Connell, la nueva pareja del momento. Foto: Starzplay

Un director de prestigio al mando de la operación

Element Pictures, la productora irlandesa de las películas británicas de Yorgos Lanthimos (Langosta, La maldición del ciervo sagrado, La favorita) capitaneada por Ed Guiney y Andrew Lowe, que también tienen los derechos para la prevista adaptación de Conversaciones entre amigos, confió la responsabilidad de la puesta en escena al no menos irlandés Lenny Abrahamson.

Guiney y Lowe llevan trabajando con Abrahamson desde que este se dio a conocer con Adam & Paul (2004), que era como una versión yonqui de las desventuras de Laurel & Hardy, trasladadas a las calles de Dublín.

De esta afortunada joint venture surgieron algunos hitos como Franck (2014), película en la que Michael Fassbender aparecía todo el rato con la cabeza metida en una cabeza de papel maché, o La habitación (2015), que significó el Oscar a la Mejor Actriz para Brie Larson.

Y ahora Normal People, serie también coproducida por Hulu y la BBC, de la que Abrahamson ha dirigido los seis primeros capítulos. Los fans anglosajones de la serie se han vuelto tan locos que han subido vídeos de las escenas más hot al portal Pornhub, como ya ocurrió con Juegos de Tronos.

El perfecto encaje de dos cuerpos

Contigo no es como los demás, se repiten a menudo los protagonistas para expresar verbalmente una de esas raras complicidades sexuales, de la que la serie ofrece teoría y práctica con escenas naturalistas, que no tienen nada de pornográficas, al menos para los parámetros europeos (ni penetraciones, ni planos quirúrgicos, ni nada de todo eso). Son fundamentalmente bonitas y emocionantes de contemplar, amén de obviamente simuladas.

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Marianne es intepretado por Daisy Edgar-Jones. Foto: Starzplay

Marianne y Connell se conocen desde pequeños, aunque serie y novela arrancan en el Instituto, donde están conectados por un nexo desconocido para los demás: la madre de Connell trabaja como limpiadora en la mansión familiar de Marianne.

La diferencia de clases, que es un problema sobre todo para él, se pinta con algo de brocha gorda: la madre (soltera) de Connell es genial, pura vitalidad y buen humor, mientras que en el caserón de los Sheridan todo es desgracia extrema.

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Él es popular en el instituto, por ser el guapo campeón del equipo de fútbol gaélico, una modalidad local en la que también intervienen las manos. Pero también es un tímido compulsivo desconectado del resto del mundo, hasta que se lía secretamente con Marianne, que es la rarita y solitaria superdotada que se lleva mal con todos. Cuando lleguen a la Universidad –concretamente el Trinity College, al que también acudió Rooney–, cambiarán las tornas.

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Paul Mescal da vida al personaje de Connell. Foto: Starzplay

La historia de un amor como no hubo otro igual

El planteamiento puede parecer tópico, y lo es, pero el retrato de esa primera relación en la que la fusión es perfecta, aunque con fecha de caducidad por ser la primera, resulta demoledor. No hay alma humana que no pueda verse reflejado en ella. El tema no puede ser más universal.  

La diferencia de clases, que es un problema sobre todo para él, se pinta con algo de brocha gorda en la historia

Al mismo tiempo, esta serie ambientada en los años posteriores a la crisis también es profundamente contemporánea, en cuanto retrata a una generación, la de los milenials, para los que la ambición y el desarrollo personal es más importante que el amor, algo que ya se vio, en versión más desenfadada, con La La Land (Damien Chazelle, 2016), aquel himno neoliberal a la cultura del éxito, donde los protagonistas lo sacrificaban todo por sus carreras.

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‘Normal People’, el amor bajo el prisma de los milenials. Foto: Starzplay

Para bien o para mal, la sombra de Ayn Rand es alargada. Constantemente, Connell y Marianne se declaran admiración mutua, tanto él como ella creen que el otro, ella o él, es el más brillante, el más inteligente, aunque ambos tengan que sufrir, y hacer enormes sacrificios, para alcanzar sus metas.

Una nueva era de la ‘incomunicabilità’

Connell y Marianne son percibidos como unos bichos raros por la Gente normal, y lo cierto es que, a pesar de haber crecido en la era digital hiperconectada de las redes sociales, que sólo se comentan de pasada, exhiben unos problemas de incomunicación que no se veían desde la trilogía que Antonioni inauguró con La aventura (1960). Los motivos de Connell, sobre todo, resultan opacos hasta para él mismo, por mucho que se intuya lo social y el padre al que no ha conocido, en la construcción de su personalidad rota.

Si a principios de los 60, la modernidad, que rompía con las largas tradiciones, conducía a un cierto ensimismamiento existencial, nuestra pareja parece creada para demostrar que los que han crecido con un pie en la intangible abstracción del ciberespacio vuelven a estar en las mismas. Con el agravante de la precariedad, para algunos, como Connell. No para Marianne. En ambos momentos históricos, un mundo antiguo había quedado atrás, sepultado para siempre jamás.

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Póster de la nueva serie de Starzplay. Foto: Starzplay

Nuevas 69 canciones de amor

Otro titular que podría ilustrar lo que representa la serie podría salir del disco de Magnetic Fields, otra trilogía mítica, que salió hace ya más de una década. Tenemos el sexo, por momentos polémico cuando Marianne se somete a juegos a lo 50 sombras de Grey; tenemos el amor, entendido a la manera neoromántica contemporánea, y tenemos, al fin, las canciones.

Incluso demasiadas canciones. Algunos clásicos más o menos indies, como el Only You, de Yazoo, realmente impactante al final de uno de los primeros capítulos, o un Either/Or, de Elliott Smith, cargado de sentido en relación con algún acontecimiento de la trama, parecen dispuestos para contentar a los ancianos del lugar, mientras que otra parte del abundante repertorio musical está a veces al límite de la saturación ñoñi-pop.

Toda la fuerza de Normal People reside en los cuerpos, en los rostros y en las miradas de Connell y Marianne

Sea como fuere, las seis horas pasadas en los devaneos amorosos de Connell y Marianne están muy lejos de darse por perdidas. Más allá de su resultón envoltorio instagramero, toda la fuerza de Normal People reside en los cuerpos, en los rostros y en las miradas de Connell y Marianne, que nos llevan a disfrutar y sufrir con una gran historia de amor, como las del cine, y la literatura, de antaño. Pocas historias de amor veremos este año con semejante calado.  

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