Tras las huellas del arquitecto que revolucionó Brasil (y el mundo)

Oscar Niemeyer fue mucho más que el co-creador de Brasilia. Su legado de arquitectura curvilínea llegó a Sao Paulo, Argel, París y hasta Avilés

Uno de los mejores herederos de Le Corbusier rompió el molde de la recta y apostó por la curva. Oscar Niemeyer fue uno de los grandes arquitectos del siglo XX, un prolífico talento que durante su larga carrera (vivió hasta los 104 años) dotó de una plasticidad nunca vista al hormigón.

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Este arquitecto carioca fue uno de los responsables –junto a Lúcio Costa– de la imagen futurista de Brasilia, esa ciudad creada en medio del Mato Grosso que pretendía romper la centralidad de Sao Paulo y Rio de Janeiro.

“Lo que me atrae es la curva libre y sensual, la que encuentro en las montañas de mi país, en el curso sinuoso de los ríos, en las olas del mar, en el cuerpo de la mujer. De curvas es el universo, el curvo de Einstein”, dijo Niemeyer como una perfecta síntesis de su obra.

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Sede de las Naciones Unidas.

Los inicios

Sin embargo su pasión por las curvas llegaría un poco más tarde. El imponente Ministerio de Educación y Salud de Río de Janeiro (1936-1943), rectilíneo y sostenido sobre pilotes, es una de las puertas de entrada de Brasil en la modernidad, impulsado por una economía que florecía mientras que el mundo desarrollado se desangraba en la Segunda Guerra Mundial.

Niemeyer esquivaba la recta creada por el hombre, prefería la curva que veía en las montañas y en el curso de los ríos

La sede de las Naciones Unidas (1948-1952) también avanzaba las ideas que llevaría adelante en las décadas posteriores. Realizado en colaboración con Le Corbusier y Wallace Harrison, Niemeyer aceptó seguir los consejos de su maestro suizo y desplazó la gigantesca torre del secretariado para centrar la Sala de la Asamblea General, y dotar a un nuevo equilibrio al conjunto.

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Edificio Copan, en Sao Paulo.

Columnas hacia el cielo

Aunque era un ferviente marxista, era un hombre abierto al mundo y las ideas, y no tenía problema en diseñar hermosos templos como el minimalista templo de San Francisco de Asís (1943) de Belo Horizonte o la catedral de Brasilia (1958), el primer edificio de importancia en la nueva capital.

Su estructura está compuesta por 16 columnas de hormigón en un formato hiperboloide, unidas entre vitrales de colores que asemejan olas, y que se elevan al cielo como brazos.

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Catedral de Brasilia.

La explosión creativa de Brasilia

En Brasilia fue donde Niemeyer dio rienda suelta a su creatividad. En pocos meses ya había terminado los planos de numerosos edificios públicos, como el Palacio de Alvorada (residencia presidencial), el Congreso Nacional, el Palacio de Itamaraty, el Palacio del Planalto (sede del Poder Ejecutivo), el ministerio de Relaciones Exteriores, el Tribunal Federal, etcétera.

La textura lisa del hormigón, sea curva o rectilínea, aporta un minimalismo que se anticiparía por décadas a las tendencias. Niemeyer jugó con los espacios generosos de la nueva capital, con el agua de los estanques artificiales y con una nueva forma de entender la monumentalidad.

En medio de la jungla urbana de Sao Paulo emerge la forma de ola del edificio Copan

Además de Brasilia en su país también había dejado obras emblemáticas como el edificio Copan, en Sao Paulo, con una forma de ola que dota ligereza a un monumental conjunto de oficinas, y otorgar una cuota de naturaleza a esta jungla de cemento.

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Congreso Nacional, Brasilia.

Trabajos por todo el mundo

Esa misma estética la repetiría en París, cuando diseñó la sede del Partido Comunista. La capital de París sería su nuevo hogar en 1966, mientras Brasil caía en la noche de la dictadura militar.


Vistas del Centro Niemeyer en Avilés.

Niemeyer revalidó sus títulos de ser uno de los arquitectos más famosos del mundo y expandió su talento por diferentes ciudades. De su tablero surgieron la Mezquita de Argel, la sede de la Editorial Mondadori en Milán, el Casino de Funchal (Portugal) y la mezquita de Penang (Malasia).

[Para leer más: La mejor forma de conocer Río de Janeiro]

Regresó a Brasil y siguió creando edificios, entre los que destaca el Museo de Arte Contemporáneo de Niterói (1996), sobre la bahía de Guanabara (Rio de Janeiro), donde una escalera serpenteante conduce a un edificio de formas curvas, que se integra con el paisaje carioca.

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Museo de Niemeyer en Curitiba.

El Museo de Arte Contemporáneo de Niterói sintetiza la arquitectura que había promovido por medio siglo

En total Niemeyer dio forma a más de 500 obras, incluyendo monumentos, centros de educación, sedes corporativas, museos y hasta los sambódromos de Rio de Janeiro y Sao Paulo.

Su huella en España

En agradecimiento a España por el premio Príncipe de Asturias de las Artes 1989 donó los planos del Centro Niemeyer. Inaugurado en 2011, representa una plaza abierta donde la cultura se une a la paz y a la vida social.

Para conocer su extensa obra se recomienda llegar hasta Curitiba, al sur de Brasil, donde el Museo Oscar Niemeyer sumerge al visitante en el talento de este prolífico arquitecto. Por supuesto, el diseño del edificio lleva su firma.

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