Un contundente homenaje a la carne a la brasa

Maison Carne solo tiene un plato: un chuletón de un kilo, con algún entrante y guarnición. Un pequeño restaurante que juega a ser un templo de la carne

Ir a comer al restaurante Maison Carne, en el barrio barcelonés del Eixample, tiene mucho de ritual. Uno sabe lo que se va a encontrar, y acepta las reglas del juego como una ceremonia. La consigna es muy simple: allí el plato único es el chuletón de vaca de un kilo. Nada menos.

La idea nació en la ciudad francesa de Beziers en marzo del año pasado y en septiembre aterrizó en Barcelona. En la entrada un frigorífico con unos 24 cortes de carne y la decoración con balanza, mesas de madera y mármol y cerámicos blancos mantienen una estética que recuerda a la de una carnicería tradicional.

Solo un plato

No hay carta y no hace falta: la propuesta es que por 29 euros se pueda comer un chuletón de vaca Frisona, alimentada con pastos naturales en Italia durante un año, acompañado por un cono de patatas fritas y un cuenco de ensalada. Nada más.

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La estética del local recuerda a las carnicerías de barrio. 

O casi: de aperitivo se ofrece un paté de Cabanes, elaborado artesanalmente en el pueblo occitano de Douzens, cerca de Carcassone.

El que llega a este restaurante sabe las reglas del juego: hay un solo plato y tiene que tener pasión por la carne a la brasa

También hay una selección de quesos, que como si fuera un colmado de barrio, se cobra al peso: se eligen los cortes, pasan por la balanza, y se añaden a la factura. Pero es mejor seguir la tradición francesa y dejar a estos entremeses a modo de puente hacia el postre. Ya volveremos con ello.

[Para leer más: El impactante desafío de los chuletones gallegos]

Y llega el plato fuerte. Si uno va solo por supuesto que un chuletón de un kilo es un homenaje a Pantagruel. Pero entre dos personas, al compartir el corte, el tema cambia.

Si se desmenuza del hueso y se quita la grasa, al final a cada comensal le corresponderá unos 200 gramos, más o menos lo que puede tener una hamburguesa extra large.

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Lo recomendado es disfrutar el chuletón entre dos personas. Foto: JP Chuet

Claves para disfrutar

El truco está en pedirlo poco hecho, e ir cortando pequeñas lonchas, que se irán calentando en un pequeño horno Josper colocado en la mesa, donde cada uno le puede dar el punto deseado y sin dejar que se enfríe.

La comida es regada por un vino. También se puede pedir cerveza o refresco, pero es mejor seguir la sugerencia del encargado Manuel Sarrias y probar el tinto elaborado por la Cave Cooperative d’Embres et Castelmaure, elaborado en las tierras de la región de Languedoc-Rosellón.

La botella Magnum cuenta con un medidor de 24 centímetros: cada franja de consumo cuesta un euro, una manera original de regular y evitar gastos innecesarios.

Pero si se quieren probar otros gustos, se pueden optar por los vinos de Yohan Moreno de Corbiéres (Francia) y españoles procedentes del Montsant, Empordà, Penedés, Rioja, Ribera del Duero y Rías Baixas.

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El vino se vende por centímetro. Foto: Lys Ortega

La democratización del chuletón

El objetivo del Maison Carne, dice Sarrias, es “democratizar el chuletón”, un corte que suele tener un precio alto y que por su tamaño o coste suele ser esquivado en los restaurantes de brasas.

Escondido en la mesa están los cubiertos y un par de tubos de ensayo con sal y pimienta, pero que casi ni hacen falta. Lo que sí es una interesante sugerencia es darle un toque de paté a la carne vacuna. Y con un paso por el hornillo, mejor.

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Cinco tipos de quesos franceses permiten cambiar de tercio en el sabor. Foto: JP Chuet

Postres y quesos

Luego llegan los quesos, para oxigenar el paladar con algunas de las cinco variedades: Mimolette (de vaca y de un color anaranjado), Pérail (de oveja cruda de pasta blanda), Saint-Marcellin (de vaca de pasta blanda), Fourme d’Ambert (azul) y Bûche de chèvre Cendreé (de cabra).

Se sugiere seguir la tradición francesa y probar los quesos como un puente hacia el postre

En los postres la propuesta es más tradicional, como cheescake con salsa de frutos rojos o crema catalana, pero es mejor degustar una preparación francesa, el babá al ron, un bizcochuelo flambeado acompañado de nata.

Por supuesto que nadie se puede ir con hambre, pero si hay deseos de probar esta carne, también se puede comprar el corte por 20 euros y llevarlo a casa. Tal cual como si fuera una carnicería gourmet.

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Babá al ron flambeado, un poste francés para conocer.

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