¿Por qué a los villanos del cine les gusta la arquitectura moderna?
Los malvados que quieren conquistar el mundo son los mejores clientes de los arquitectos modernos. Un libro revela los diseños más audaces de varios films
Si el villano de turno que quiere dominar el mundo tiene suficiente presupuesto para comprar armas atómicas, misiles, aviones y un ejército privado. ¿Por qué se va a privar de vivir en una fastuosa mansión de líneas modernas y dotada de la última tecnología?
De eso se trata el libro Liar (Mentiroso). Con el subtítulo de “Viviendas radicales y guaridas de los villanos de las películas”, el arquitecto Chad Oppenheim y la editora Andrea Gollin analizan una veintena de películas de ciencia ficción y acción para indagar por qué a los malvados les gusta tanto la arquitectura de vanguardia.
Mansiones y guaridas
El libro de 296 páginas, publicado por la editorial Tra, presenta en una interesante edición en letras plateadas sobre fondo negro con planos y fotografías de diferentes mansiones y guaridas secretas de películas como la residencia minimalista de Ex Machina, el cuartel de Síndrome en una isla volcánica en Los Increíbles, el bunker de Dr. Strangelove, la mansión brutalista de la Corporación Wallace en Blade Runner 2049 o la plataforma acuática con forma de araña de Stromberg en La espía que me amó.
Desde la Segunda Guerra la modernidad se asoció a la maldad, y la arquitectura no quedó exenta
Además una serie de arquitectos, expertos en cine y productores visuales exploran las raíces de la megalomanía de los villanos y su traslado a sus residencias o cuarteles. Entre ellos se encuentran el arquitecto John Lautner (quien firmó la mansión forma de platillo volador usada en ‘Doble cuerpo’ de Brian de Palma) y el diseñador Ken Adams, quien participó en el concepto visual de siete películas de James Bond y en la sátira bélica de Dr. Strangelove, de Stanley Kubrick.
Pasión por el modernismo
En muchas películas, el malvado vive y desarrolla sus planes en mansiones de decoración austera, con una composición del vidrio y el hormigón, materiales que se asocian a la frialdad y la distancia.
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El autor analiza que desde la Segunda Guerra Mundial, la tecnología y modernidad también se asocian a la maldad y el poder, como se evidencia con el estilo constructivista de los regímenes soviéticos, que edificaban gigantescos edificios de líneas racionales para demostrar fortaleza y solidez (y que a nadie se le ocurra disentir con las ideas imperantes).
También precisa que algunos tipos de arquitectura, como el modernismo que ha sido tan popular en los EEUU en los años ’50 y ’60, se ha relacionado con la amoralidad, la corrupción y la ostentación de los nuevos ricos.
Un toque de utopía
Pero en las películas estas guaridas también tienen un toque seductor, que invitan al espectador a tener cierta empatía con el co-protagonista. Incluso terminamos sabiendo más de la casa del villano que del héroe. Sino, que alguien diga dónde vive James Bond o convengamos qué poco atractivo es el pequeño piso de Clark Kent en Metrópolis.
Hay alguna excepción, como la Baticueva de Batman (que puede ser la versión kitsch de los años ’60 o la marmórea de Christopher Nolan), pero luego, los malos siempre tuvieron mejor gusto (y recursos financieros) para sus residencias.
Las casas y guaridas también dan un sentido de utopía, dice el autor Oppenheim, como es el sueño que tienen de alcanzar el mundo.
Y no todos los malvados se reconocen como tales, no son la encarnación de Dr. Evil de la saga de Austin Powers. Ellos creen que lanzar un par de bombas atómicas, destruir planetas (como bien sabe Darth Vader) o contaminar una ciudad es parte de la búsqueda del equilibrio que el mundo (o la galaxia, pongamos) ha perdido. Pero por suerte el héroe llegará a tiempo para impedirlo.